Clínica de Iosefka

Recordarás más o menos este lugar dependiendo de tus decisiones en Bloodborne. La clínica de Iosefka es el destino al que no debes enviar a la gente que vayas rescatando por Yharnam, es un laboratorio de los horrores sumido en la oscuridad y el silencio, una zona casi sin enemigos. Esta localización está pegada a tu espalda cuando despiertas, pero no es hasta mucho después cuando puedes entrar, y en ella se experimenta con los supervivientes de la cacería. Es un lugar opcional, un rincón que no quiere ser descubierto, una zona que te permite ir creando una expectativa y de la que vuelves con un nudo en el pecho, quizás porque eras más feliz sin conocer su secreto.

Distrito de la catedral superior

Otro de los tramos de parada voluntaria. Aquí también se vuelve a jugar con la oscuridad y los sonidos. Hablamos de una de las zonas con las bestias más perturbadoras, larvas celestiales, emisarios y comecerebros, enemigos que emiten un ruido muy característico y que se especializan en atraparnos y succionar, si no toda, gran parte de nuestra vitalidad. Suma eso a unos licántropos situados con muy mala leche y a una Ebrietas, hija del cosmos, que nos espera al final del camino, y tienes un sitio que consigue anudar tu garganta como pocos.

Byrgenwerth

Esta pequeña escuela de aprendizaje es el lugar en el que empiezan las respuestas, especialmente en relación a la iglesia de la sanación. Byrgenwerth es el descenso hacia lo desconocido en pos del saber. Por eso esconde el primer comecerebros, criaturas únicas (a no ser que hagáis las mazmorras del cáliz) como unos insectos que buscarán saltarnos encima y sorber nuestro coco o un gigante de luz rematadamente extraño en el patio interior. Este edificio alejado de la ciudad es un lugar que buscó mirar a las estrellas pero no encontró nada divino, y se nota.